A principios de febrero, en Semillistas, llevamos a cabo siembras experimentales de semillas ortodoxas en Los Guájares. Estas siembras forman parte de un proceso de aprendizaje continuo sobre cómo las plantas germinan y se establecen en un bosque que está en proceso de regeneración tras un incendio.
Nuestro objetivo principal fue observar cómo influye la luz en la germinación y el desarrollo de las plantas. Para ello, sembramos en distintos puntos alrededor de las plantas nodrizas, al norte, sur, este y oeste, comparando cómo las diferencias en la luz solar afectan su crecimiento. También queríamos comprobar si las semillas tenían tiempo suficiente para germinar dependiendo de la orientación en la que se encontraban.
En estas siembras incluimos especies como el pino alepo (Pinus halepensis), el lentisco (Pistacia lentiscus), el espino negro (Rhamnus lycioides) y la retama (Retama sphaerocarpa). Todas las semillas recibieron tratamientos de priming para acelerar la germinación, aprovechando las lluvias que cayeron semanas antes. Además, cada especie fue rodeada con sus endomicorrizas específicas, que habíamos cosechado previamente en Sierra Lujar, con la esperanza de favorecer la simbiosis entre hongos y raíces desde el primer momento.
La importancia de estas pruebas radica en entender no solo cuántas semillas logran germinar, sino cuántas plantas sobreviven después del verano, cuando las condiciones se vuelven más duras. Esto nos permitirá ajustar mejor las futuras siembras, seleccionando especies y técnicas que maximicen las posibilidades de éxito.
En Los Guájares, tras el incendio, hay áreas con buena regeneración natural: esparto, espino negro, brezo, romero, jaras y aulagas han rebrotado o nacido de semilla con fuerza. Sin embargo, también hay grandes claros donde las lluvias arrastraron la tierra y no ha brotado nada. Ahí es donde centramos nuestros esfuerzos, buscando abrir camino para nuevas plantas.
Nuestra estrategia a futuro pasa por sembrar bellotas (Quercus ilex y Quercus coccifera) en los primeros años tras el incendio, antes de que jabalíes y ratones vuelvan a la zona y aumente la depredación. Una vez eso ocurra, pasaremos a sembrar semillas ortodoxas, más pequeñas y menos vulnerables a estos animales.
El camino es largo y lleno de aprendizajes. Estas siembras experimentales son solo el principio de un proceso para entender mejor cómo acompañar a la naturaleza en su propia regeneración. Seguimos observando, midiendo y aprendiendo, con la vista puesta en bosques futuros, más resilientes y biodiversos.